Veintitrés endecasílabos y el ‘Talo maricón’ de Catulo  

Estas versiones de Catulo fueron hechas a principios de los ’90, cuando Sergio Raimondi era estudiante de Letras en la Universidad Nacional del Sur, y fueron publicadas por la editorial Vox en un libro de pequeñas dimensiones inhallable desde hace más de una década. Editada ahora en conjunto entre Vox y Neutrinos, esta segunda edición de Catulito incluye, además del prólogo de entonces, de la serie de endecasílabos, del “Talo maricón” y de nuevos poemas relegados en aquella ocasión, una “Dedicatoria” en la que Raimondi plantea cómo sus lecturas de este poeta latino del siglo I a.C. estuvieron tramadas por la “ambigua” recuperación democrática en aquella universidad y en la ciudad de Bahía Blanca en particular. Es decir: se trataría de poder pensar cómo un poema sobre besos puede ser ocasión para revisar la persistencia de un ámbito reaccionario o, en fin, cómo el poeta latino Catulo puede efectivamente ser leído en relación a la etapa argentina del peronismo proscripto. Porque a diferencia de los clásicos, afirma Raimondi, las traducciones de los clásicos desafían la atemporalidad como valor.

1
¿A quién dar un nuevo y lindo librito
recién pulido con árida pómez?
A vos, Cornelio; porque vos solías
pensar que algo valían mis cositas
ya cuando osaste, único entre ítalos,
¡desplegar toda la historia en tres rollos
doctos, por Júpiter, y trabajados!
Aceptá este no sé qué de librito,
sea como sea, y que su patrono
lo haga vivir un siglo, o algo más.

 

3
Lloren Venus y Cupiditos, lloren
ya, todos cuantos amen la belleza.
Ha muerto el gorrioncito de mi amada,
aquel gorrión, delicias de mi amada,
al que ella quería más que a sus ojos:
porque era muy dulce y la conocía
tan bien como una nena a su madre;
no se movía nunca de su falda,
y a los saltos, por aquí, por allá,
para su única dueña piaba.
Ahora va por un lugar tenebroso
de donde, dicen, nadie puede volver.
¡Malditas sean, tinieblas malditas
del Orco que devoran lo más lindo!
Precioso gorrioncito me robaron.
¡Qué desgracia! Por vos, tonto, ahora
los ojitos de mi amada enrojecen,
un poco hinchados, de tanto llorar.

 

Catulito - Sergio Raimondi

$11.600
Catulito - Sergio Raimondi $11.600

Veintitrés endecasílabos y el ‘Talo maricón’ de Catulo  

Estas versiones de Catulo fueron hechas a principios de los ’90, cuando Sergio Raimondi era estudiante de Letras en la Universidad Nacional del Sur, y fueron publicadas por la editorial Vox en un libro de pequeñas dimensiones inhallable desde hace más de una década. Editada ahora en conjunto entre Vox y Neutrinos, esta segunda edición de Catulito incluye, además del prólogo de entonces, de la serie de endecasílabos, del “Talo maricón” y de nuevos poemas relegados en aquella ocasión, una “Dedicatoria” en la que Raimondi plantea cómo sus lecturas de este poeta latino del siglo I a.C. estuvieron tramadas por la “ambigua” recuperación democrática en aquella universidad y en la ciudad de Bahía Blanca en particular. Es decir: se trataría de poder pensar cómo un poema sobre besos puede ser ocasión para revisar la persistencia de un ámbito reaccionario o, en fin, cómo el poeta latino Catulo puede efectivamente ser leído en relación a la etapa argentina del peronismo proscripto. Porque a diferencia de los clásicos, afirma Raimondi, las traducciones de los clásicos desafían la atemporalidad como valor.

1
¿A quién dar un nuevo y lindo librito
recién pulido con árida pómez?
A vos, Cornelio; porque vos solías
pensar que algo valían mis cositas
ya cuando osaste, único entre ítalos,
¡desplegar toda la historia en tres rollos
doctos, por Júpiter, y trabajados!
Aceptá este no sé qué de librito,
sea como sea, y que su patrono
lo haga vivir un siglo, o algo más.

 

3
Lloren Venus y Cupiditos, lloren
ya, todos cuantos amen la belleza.
Ha muerto el gorrioncito de mi amada,
aquel gorrión, delicias de mi amada,
al que ella quería más que a sus ojos:
porque era muy dulce y la conocía
tan bien como una nena a su madre;
no se movía nunca de su falda,
y a los saltos, por aquí, por allá,
para su única dueña piaba.
Ahora va por un lugar tenebroso
de donde, dicen, nadie puede volver.
¡Malditas sean, tinieblas malditas
del Orco que devoran lo más lindo!
Precioso gorrioncito me robaron.
¡Qué desgracia! Por vos, tonto, ahora
los ojitos de mi amada enrojecen,
un poco hinchados, de tanto llorar.