Mecerse en el litoral. Una red diaria de pesca en fibras anudadas. La hamaca paraguaya. Allí donde Lila Zemborain habla en otro acento, hace perder en el movimiento de la escritura historias condensadas en fundaciones. Geologías que ahora navegan en el barco inmóvil de un columpio que no revela ningún pasado; desordena, deforma la gramática de esa lengua que las naciones familiares normalizan. Lila recorre latitudes en un idioma que resiste a ser representado. Lila escribe el miedo. El miedo de la palabra traición a ese vaivén que dice: la escritura es mía, como si dijera mío es el cuerpo. Una imaginación radical disuelve propiedad y dominio, inventa una nueva forma de desdecir la pertenencia.   Pensar la lengua en términos de luz donde no sólo hablan las aguas y los animales, sino también los árboles. La hamaca que se adjetiva paraguaya no hace referencia a un gentilicio, nombra la voz como quien pronuncia árbol o cedro que, en guaraní, literalmente significa el fluir de la palabra.   Y el destino es un alumbramiento entre aguas vivas. Agitar en el movimiento la sensación que languidece y no vuelve a su origen. Tomar impulso, abandonar la lengua de crianza. Rumiar. Irse por las ramas…    Ana Arzoumanian

Berni Entre el Surrealismo y Siqueiros - Guillermo Fantoni

$32.290
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Mecerse en el litoral. Una red diaria de pesca en fibras anudadas. La hamaca paraguaya. Allí donde Lila Zemborain habla en otro acento, hace perder en el movimiento de la escritura historias condensadas en fundaciones. Geologías que ahora navegan en el barco inmóvil de un columpio que no revela ningún pasado; desordena, deforma la gramática de esa lengua que las naciones familiares normalizan. Lila recorre latitudes en un idioma que resiste a ser representado. Lila escribe el miedo. El miedo de la palabra traición a ese vaivén que dice: la escritura es mía, como si dijera mío es el cuerpo. Una imaginación radical disuelve propiedad y dominio, inventa una nueva forma de desdecir la pertenencia.   Pensar la lengua en términos de luz donde no sólo hablan las aguas y los animales, sino también los árboles. La hamaca que se adjetiva paraguaya no hace referencia a un gentilicio, nombra la voz como quien pronuncia árbol o cedro que, en guaraní, literalmente significa el fluir de la palabra.   Y el destino es un alumbramiento entre aguas vivas. Agitar en el movimiento la sensación que languidece y no vuelve a su origen. Tomar impulso, abandonar la lengua de crianza. Rumiar. Irse por las ramas…    Ana Arzoumanian