Desde fines del siglo XVIII, el discurso estético moderno tiene a la autonomía por categoría referencial excluyente. Se dice que el artista es autónomo al crear sus obras y que el receptor es autónomo al entablar contacto con ellas, y más aun, que la obra de arte misma es autónoma. Lo que jamás se dice es en qué consiste dicha categoría, que por lo tanto circula con una amplitud deliberadamente confusa y polémica, según las intenciones de quien la invoca.
Esta “genealogía”, siguiendo el modelo de la Historia Conceptual alemana, expone cronológicamente algunas de las instancias que invistieron de su sentido actual a la compleja idea de autonomía del arte. Desde la Grecia clásica hasta la posmodernidad, Burello explora los matices, los valores y hasta los nombres que las diversas sociedades occidentales atribuyeron a una noción tan escurridiza como recurrente. Con riquísima documentación, y no sin ironía, el autor demuestra que desde su condena por parte de Platón hasta su exaltación por parte de Adorno, la experiencia estética ha estado esencialmente vinculada a la definición de lo humano. Pues la emoción que suscita el arte no sería tan sólo la mentada promesa de nuestra felicidad, sino también, más incómodamente, la mala conciencia de nuestra cultura.
 

Autonomia del arte y autonomía estetica - Marcelo G. Burello

$23.600
Autonomia del arte y autonomía estetica - Marcelo G. Burello $23.600

Desde fines del siglo XVIII, el discurso estético moderno tiene a la autonomía por categoría referencial excluyente. Se dice que el artista es autónomo al crear sus obras y que el receptor es autónomo al entablar contacto con ellas, y más aun, que la obra de arte misma es autónoma. Lo que jamás se dice es en qué consiste dicha categoría, que por lo tanto circula con una amplitud deliberadamente confusa y polémica, según las intenciones de quien la invoca.
Esta “genealogía”, siguiendo el modelo de la Historia Conceptual alemana, expone cronológicamente algunas de las instancias que invistieron de su sentido actual a la compleja idea de autonomía del arte. Desde la Grecia clásica hasta la posmodernidad, Burello explora los matices, los valores y hasta los nombres que las diversas sociedades occidentales atribuyeron a una noción tan escurridiza como recurrente. Con riquísima documentación, y no sin ironía, el autor demuestra que desde su condena por parte de Platón hasta su exaltación por parte de Adorno, la experiencia estética ha estado esencialmente vinculada a la definición de lo humano. Pues la emoción que suscita el arte no sería tan sólo la mentada promesa de nuestra felicidad, sino también, más incómodamente, la mala conciencia de nuestra cultura.