Victoria y derrota, duda y certeza, hallazgo y extravío, estruendo y silencio. En esta cronología en verso de una historia de amor, Mirtha Caré viaja por territorios vírgenes del deseo y la ternura; se pierde, se obstina, se encuentra, se vuelve a perder. Con una poética limpia y poderosa, llena de ecos, transforma lo cotidiano en extraordinario y lo simple en mágico. En Ataca Kamchatka, el amor es el polvo suspendido en el aire después de una batalla.

Itinerario de un viaje sin destino certero, calendario de un tiempo en espiral. Ataca Kamchatka, la orden de invasión al territorio que estos versos configuran. Se suceden las fechas y las estaciones; sin embargo, el recorrido es un relieve de cuerpos y días que transcurren en espacios cotidianos, en una calle con nombre de batalla, entre paredes que ofrecen el alivio de mates y sopas, fuegos y silencios.

La incógnita queda flotando: ¿quién es el invasor y quién el conquistado? Giselle Aronson

Mirtha Caré usa la palabra como semilla. Es sembradora. Algo presiona los límites de los versos, los parte y les crece: una raíz. Sus poemas germinan hacia adentro. Desde algún canal subterráneo, una sensación de pocas letras avanza sin prisa. María Staudenmann

 

Ataca Kamchatka - Mirtha Caré

$11.000
Ataca Kamchatka - Mirtha Caré $11.000

Victoria y derrota, duda y certeza, hallazgo y extravío, estruendo y silencio. En esta cronología en verso de una historia de amor, Mirtha Caré viaja por territorios vírgenes del deseo y la ternura; se pierde, se obstina, se encuentra, se vuelve a perder. Con una poética limpia y poderosa, llena de ecos, transforma lo cotidiano en extraordinario y lo simple en mágico. En Ataca Kamchatka, el amor es el polvo suspendido en el aire después de una batalla.

Itinerario de un viaje sin destino certero, calendario de un tiempo en espiral. Ataca Kamchatka, la orden de invasión al territorio que estos versos configuran. Se suceden las fechas y las estaciones; sin embargo, el recorrido es un relieve de cuerpos y días que transcurren en espacios cotidianos, en una calle con nombre de batalla, entre paredes que ofrecen el alivio de mates y sopas, fuegos y silencios.

La incógnita queda flotando: ¿quién es el invasor y quién el conquistado? Giselle Aronson

Mirtha Caré usa la palabra como semilla. Es sembradora. Algo presiona los límites de los versos, los parte y les crece: una raíz. Sus poemas germinan hacia adentro. Desde algún canal subterráneo, una sensación de pocas letras avanza sin prisa. María Staudenmann