La ciudad desde adentro de un bar se ve a sí misma. Se ve sin compadritos, sin burdeles, sin mercados ni pollos frescos, se ve sin canillitas anunciando la noticia del día, porque no hay noticia, no hay día. 

Dónde están los zapateros, los sindicatos, los botelleros, dónde los tranvías, los abuelos, la radio, dónde los ladrones, las sirenas, el teatro de revista, la tuberculosos. 

La ciudad quedó presa de la imaginería, de lo que cada uno inventa, recorre y padece. 

La ciudad ya no habla, no dialoga, no conversa, no grita. 

La ciudad es fotografiada cuadro por cuadro y no se revela nunca.

Se deja leer: “La ciudad es una idea, los ecos inmigratorios, el espacio literario que para ser (d)escrito debe ser caminado, cuerpo+caminar+escribir”. 

La Ciudad es casa de citas citadinas, allí camina Rocco Carbone, recuperando una ciudad que nunca fue y deja en claro que la pasión anarka ocupa las calles desiertas. 

Matías Reck