«Nos conocimos en revistas, en bares, en confusas reuniones a las tres de la mañana. Nos conocimos orinando en baños donde leímos que Perón o Tarzán nos salvarían; nos miramos a los ojos y sonreímos: ninguno quería ser salvado.» Revista Opium, número 1, octubre de 1963.

Contemporáneos al delirio del Grupo Pánico de París y al charme neovanguardista del Grupo Fluxus, en el contexto de oasis creativo propiciado por el gobierno de Illia brilló en Buenos Aires un clan de poetas que sintonizó como ningún otro con aquello que las publicaciones de la época denominaron el Swinging Pampa o la Buenos Aires Beat. Fueron retratados en la película de culto Tiro de gracia, con banda de sonido de Manal, y a todos ellos se refería Miguel Grinberg cuando aseveró: “¡Existen los beatniks argentinos!”.

Su escritura se acerca a la de Kerouac, Ginsberg o Corso: su sintaxis es ritmo, pulso, respiración agitada, improvisación, jazz y rock incipiente, coordenadas estéticas que reciben en la denominada Manzana Loca su modulación porteña. En ese pequeño archipiélago urbano que tuvo como epicentros al bar El Moderno, el Instituto Di Tella y la Facultad de Filosofía y Letras, los escritores que integran los grupos opium y sunda dieron forma a una literatura de la evasión, de la intensidad y del inconformismo que actualizaba algunas fórmulas clásicas de las vanguardias estéticas: vivir para escribir, escribir para conspirar y huir. Literatura confesional, escrita por amigos y para amigos, repleta de contraseñas, anfetaminas y humo de marihuana, con la doble misión de celebrar una épica de la vida cotidiana y atentar con tenacidad contra la posibilidad de una carrera literaria.

Marginados del canon, confinados a circular exclusivamente entre entendidos o buscadores de tesoros, dueños de biografías tan secretas como oscilantes, este volumen recupera cincuenta años después los textos con los que Mariani, Ruy Rodríguez, Néstor Sánchez, Marcelo Fox, Poni Micharvegas, Gianni Siccardi, Diana Machiavello, entre otros, dieron forma a una red literaria que se mantendría subterránea y pseudoclandestina hasta la actualidad por su potencia de inasimilación.

Argentina Beat - AAVV

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«Nos conocimos en revistas, en bares, en confusas reuniones a las tres de la mañana. Nos conocimos orinando en baños donde leímos que Perón o Tarzán nos salvarían; nos miramos a los ojos y sonreímos: ninguno quería ser salvado.» Revista Opium, número 1, octubre de 1963.

Contemporáneos al delirio del Grupo Pánico de París y al charme neovanguardista del Grupo Fluxus, en el contexto de oasis creativo propiciado por el gobierno de Illia brilló en Buenos Aires un clan de poetas que sintonizó como ningún otro con aquello que las publicaciones de la época denominaron el Swinging Pampa o la Buenos Aires Beat. Fueron retratados en la película de culto Tiro de gracia, con banda de sonido de Manal, y a todos ellos se refería Miguel Grinberg cuando aseveró: “¡Existen los beatniks argentinos!”.

Su escritura se acerca a la de Kerouac, Ginsberg o Corso: su sintaxis es ritmo, pulso, respiración agitada, improvisación, jazz y rock incipiente, coordenadas estéticas que reciben en la denominada Manzana Loca su modulación porteña. En ese pequeño archipiélago urbano que tuvo como epicentros al bar El Moderno, el Instituto Di Tella y la Facultad de Filosofía y Letras, los escritores que integran los grupos opium y sunda dieron forma a una literatura de la evasión, de la intensidad y del inconformismo que actualizaba algunas fórmulas clásicas de las vanguardias estéticas: vivir para escribir, escribir para conspirar y huir. Literatura confesional, escrita por amigos y para amigos, repleta de contraseñas, anfetaminas y humo de marihuana, con la doble misión de celebrar una épica de la vida cotidiana y atentar con tenacidad contra la posibilidad de una carrera literaria.

Marginados del canon, confinados a circular exclusivamente entre entendidos o buscadores de tesoros, dueños de biografías tan secretas como oscilantes, este volumen recupera cincuenta años después los textos con los que Mariani, Ruy Rodríguez, Néstor Sánchez, Marcelo Fox, Poni Micharvegas, Gianni Siccardi, Diana Machiavello, entre otros, dieron forma a una red literaria que se mantendría subterránea y pseudoclandestina hasta la actualidad por su potencia de inasimilación.