En Arena movediza hay un grupo de practicantes de yoga en un viaje turístico por un país del sudeste asiático. El héroe se mezcla en paisajes exóticos con tipos duros y mujeres misteriosas, y encara tareas enigmáticas. No todo es lo que parece. Con estos elementos, Robert Ashley escribe una novela policial, pero a su modo. La novela funciona, se pone en movimiento y lentamente se va enrareciendo, aunque fiel a su estricto argumento.
Arena movediza es el resultado de un desafío. A Robert Ashley, prestigioso autor de ópera, solían criticarlo por escribir óperas sin argumento. De manera que toma el modelo del policial y lo usa para responder a esa crítica, pero en la literatura. Los modelos más que para ser copiados sirven para ser usados. Robert Ashley, lector fanático del género, lo trabaja como un artista y así Arena movediza es una obra de arte. Más tarde, de acuerdo con el plan original, y póstumamente, fue el libreto de una ópera.

Traducción: Aldo Giacometti
Prólogo de Pablo Katchadjian

Arena movediza - Robert Ashley

$19.500
Arena movediza - Robert Ashley $19.500

En Arena movediza hay un grupo de practicantes de yoga en un viaje turístico por un país del sudeste asiático. El héroe se mezcla en paisajes exóticos con tipos duros y mujeres misteriosas, y encara tareas enigmáticas. No todo es lo que parece. Con estos elementos, Robert Ashley escribe una novela policial, pero a su modo. La novela funciona, se pone en movimiento y lentamente se va enrareciendo, aunque fiel a su estricto argumento.
Arena movediza es el resultado de un desafío. A Robert Ashley, prestigioso autor de ópera, solían criticarlo por escribir óperas sin argumento. De manera que toma el modelo del policial y lo usa para responder a esa crítica, pero en la literatura. Los modelos más que para ser copiados sirven para ser usados. Robert Ashley, lector fanático del género, lo trabaja como un artista y así Arena movediza es una obra de arte. Más tarde, de acuerdo con el plan original, y póstumamente, fue el libreto de una ópera.

Traducción: Aldo Giacometti
Prólogo de Pablo Katchadjian