Enrique Marí experimentó pasión por las ideas. Ideología, ciencia, teorías, ficciones, imaginarios, derecho, política, literatura: en cada uno de estos campos Marí hallaba interrogantes ajustados, con ellos arribaba a umbrales desde los cuales reconocía otro territorio y las capas sumergidas que entrelazaban registros. Era feliz desde el perspectivismo, desde la observación comparativa, desde la superación de miradas unidimensionales. Respiraba desde la filosofía, para la filosofía. Y compartía una proposición correcta con el rostro iluminado, con una sonrisa clara. Su felicidad: la lectura, el estudio intenso, la escritura. Su lápiz Faber siempre se mantuvo afilado. Siempre, bajo la estrella de la idea justa, que es la estrella de la emancipación. Sí, se animó a pensar. Y lo hizo liberado de tutelas, con libertad.
Mostraba el estudio sin fin, exponía alegría en esa forma de vida, enseñaba. Arrojaba papeles al alba. En el alba y más allá de ella esos papeles fueron, siguen siendo leídos. La sucesión de papeles, la sucesión de generaciones, los papeles al viento danzan: son del alba, se hacen diferentes, se multiplican, pero siguen bajo la misma estrella. Los papeles tienen una membrana porosa a lo político, que es ético y estético. Contagian, él contagió, amistad por indagar, por investigar, por escribir, por enseñar. Los papeles se comparten. El maestro enseñó que se aprende del estudio y de los estudiantes. Sin predicar, sin subestimar ni embotarse: atender, trabajar y dar. Dar poético, dar filosófico, dar pedagógico: performance al alba. Y el ingreso a otra temporalidad, rigurosa, ardua, grave y con cimas de placer: la dimensión de la investigación teórica. Y la entrega a la enseñanza. Investigar y enseñar, un continuo existencial.

Papeles de filosofía para Enrique Marí - Silvina Marí, Claudio Martyniuk, M. Jimena Sáenz, Florencia C. Santágata y Oriana Seccia (compiladorxs)

$20.000
Papeles de filosofía para Enrique Marí - Silvina Marí, Claudio Martyniuk, M. Jimena Sáenz, Florencia C. Santágata y Oriana Seccia (compiladorxs) $20.000

Enrique Marí experimentó pasión por las ideas. Ideología, ciencia, teorías, ficciones, imaginarios, derecho, política, literatura: en cada uno de estos campos Marí hallaba interrogantes ajustados, con ellos arribaba a umbrales desde los cuales reconocía otro territorio y las capas sumergidas que entrelazaban registros. Era feliz desde el perspectivismo, desde la observación comparativa, desde la superación de miradas unidimensionales. Respiraba desde la filosofía, para la filosofía. Y compartía una proposición correcta con el rostro iluminado, con una sonrisa clara. Su felicidad: la lectura, el estudio intenso, la escritura. Su lápiz Faber siempre se mantuvo afilado. Siempre, bajo la estrella de la idea justa, que es la estrella de la emancipación. Sí, se animó a pensar. Y lo hizo liberado de tutelas, con libertad.
Mostraba el estudio sin fin, exponía alegría en esa forma de vida, enseñaba. Arrojaba papeles al alba. En el alba y más allá de ella esos papeles fueron, siguen siendo leídos. La sucesión de papeles, la sucesión de generaciones, los papeles al viento danzan: son del alba, se hacen diferentes, se multiplican, pero siguen bajo la misma estrella. Los papeles tienen una membrana porosa a lo político, que es ético y estético. Contagian, él contagió, amistad por indagar, por investigar, por escribir, por enseñar. Los papeles se comparten. El maestro enseñó que se aprende del estudio y de los estudiantes. Sin predicar, sin subestimar ni embotarse: atender, trabajar y dar. Dar poético, dar filosófico, dar pedagógico: performance al alba. Y el ingreso a otra temporalidad, rigurosa, ardua, grave y con cimas de placer: la dimensión de la investigación teórica. Y la entrega a la enseñanza. Investigar y enseñar, un continuo existencial.