“Irrupciones” reúne en su nombre un desparramo vital de gritos, aullidos, sonidos de la noche, tiempos de fonemas y onomatopeyas, que no llegan a nombrarse porque la intensidad de la cosa se lleva las palabras. Pero quedan los rastros, y la autora hace mapas invisibles, imprevisibles con ellos, con los rastros de lo que no puede decirse, definirse, discernirse.
La autora ,aguda escuchadora ,recibe lo indecidible que se cifra en lo humano, cuando la soledad, el amor y la ternura perdieron al otro , ofreciendo su poema al descampado

El libro inicia robándole un pedazo al cielo, que se escribe en la primer página, en el pizarrón de un patio abrazado de canteros.
En esa primera carta está su jugada, capturar y volver acielado este terruño con una “niña que corrompe la quietud de la siesta”, dice “entre las manos y las nubes se le acercan las puntas de los dedos”.

“La sangre le golpea las mejillas y es tanta la vida que todo el patio retumba al compas de su cuerpo”.

Sus poemas transitan como un devenir, de un inicio que es soplido y amarre a una soledad que es llegada.

“Sus ojos eligen la oscuridad de la entrepierna
Ha descubierto lo que no tiene palabra
Ha entrado en la soledad”

Adentrarse en la soledad, en ese hueco que no es llanto sino una invitación a la despedida de uno, porque si esta escritura toca lo inhallable, es porque no es sin el otro en su horizonte.
Este poemario sin duda invita al sueño, al sueño que es despertar , de otro mañana.

“Cuanto mas explicación mas olvido
Cuanto mas olvido mas obediencia
No quiero
En las resonancias del dolor ajeno
Había quizá una fisura, una grieta
Para que el día se tiña con la fuerza
Inquietante de la noche
Y entonces vislumbré otro mañana”

Irrupciones - Majo Bozzone

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“Irrupciones” reúne en su nombre un desparramo vital de gritos, aullidos, sonidos de la noche, tiempos de fonemas y onomatopeyas, que no llegan a nombrarse porque la intensidad de la cosa se lleva las palabras. Pero quedan los rastros, y la autora hace mapas invisibles, imprevisibles con ellos, con los rastros de lo que no puede decirse, definirse, discernirse.
La autora ,aguda escuchadora ,recibe lo indecidible que se cifra en lo humano, cuando la soledad, el amor y la ternura perdieron al otro , ofreciendo su poema al descampado

El libro inicia robándole un pedazo al cielo, que se escribe en la primer página, en el pizarrón de un patio abrazado de canteros.
En esa primera carta está su jugada, capturar y volver acielado este terruño con una “niña que corrompe la quietud de la siesta”, dice “entre las manos y las nubes se le acercan las puntas de los dedos”.

“La sangre le golpea las mejillas y es tanta la vida que todo el patio retumba al compas de su cuerpo”.

Sus poemas transitan como un devenir, de un inicio que es soplido y amarre a una soledad que es llegada.

“Sus ojos eligen la oscuridad de la entrepierna
Ha descubierto lo que no tiene palabra
Ha entrado en la soledad”

Adentrarse en la soledad, en ese hueco que no es llanto sino una invitación a la despedida de uno, porque si esta escritura toca lo inhallable, es porque no es sin el otro en su horizonte.
Este poemario sin duda invita al sueño, al sueño que es despertar , de otro mañana.

“Cuanto mas explicación mas olvido
Cuanto mas olvido mas obediencia
No quiero
En las resonancias del dolor ajeno
Había quizá una fisura, una grieta
Para que el día se tiña con la fuerza
Inquietante de la noche
Y entonces vislumbré otro mañana”