Historia de una amistad política

Hace poco más de dos décadas, unas cuantas decenas de personas, mayoritariamente jóvenes, difundían –por medio de pintadas y de calcos que se pegaban en teléfonos y baños pùblicos, en trenes y colectivos- una consigna: “Votá lo que puedas, construí lo que quieras. No hay nada que esperar”. Corría el año 99 y se elegía al presidente argentino que debía sustituir a Menem. Los afluentes del 2001 daban forma a un río sin orillas. Grupos, colectivos, restos de instituciones y comunidades arrastradas por la crisis. De aquel marasmo, Sebastián “el Ruso” Scolnik extrae la historia de una amistad política. Todo devenir grupal merece ser narrado por quien mejor atesora, no los recuerdos, sino los pliegues de su funcionamiento. En este caso, el que atesora y narra es también el que atravesó esa historia con el humor más fino y penetrante. La publicación de Nada que esperar reúne el esfuerzo de tres editoriales: para Tinta Limón es natural publicar esta obra de uno de sus fundadores; para Lobo Suelto es coherente publicar a un confabulado; para Cordero es preciso nutrirse de estas complicidades.

Nada que esperar - Sebastián Scolnik

$20.000
Nada que esperar - Sebastián Scolnik $20.000

Historia de una amistad política

Hace poco más de dos décadas, unas cuantas decenas de personas, mayoritariamente jóvenes, difundían –por medio de pintadas y de calcos que se pegaban en teléfonos y baños pùblicos, en trenes y colectivos- una consigna: “Votá lo que puedas, construí lo que quieras. No hay nada que esperar”. Corría el año 99 y se elegía al presidente argentino que debía sustituir a Menem. Los afluentes del 2001 daban forma a un río sin orillas. Grupos, colectivos, restos de instituciones y comunidades arrastradas por la crisis. De aquel marasmo, Sebastián “el Ruso” Scolnik extrae la historia de una amistad política. Todo devenir grupal merece ser narrado por quien mejor atesora, no los recuerdos, sino los pliegues de su funcionamiento. En este caso, el que atesora y narra es también el que atravesó esa historia con el humor más fino y penetrante. La publicación de Nada que esperar reúne el esfuerzo de tres editoriales: para Tinta Limón es natural publicar esta obra de uno de sus fundadores; para Lobo Suelto es coherente publicar a un confabulado; para Cordero es preciso nutrirse de estas complicidades.