La intimidad puesta en escena

Con una gran precisión y eficacia en las palabras, los personajes que desfilan a lo largo de Hienas (Conejos, 2016), de Eduardo Plaza, muestran una profundidad que nace de su propia intimidad. Con un manejo acertado de los climas y los diálogos, el autor chileno compone ocho relatos tan intimistas como desconcertantes, donde un aire a zozobra amenaza con dejar todo patas para arriba.

La infancia y la madurez, en esa misma dirección, aparecen entremezcladas en alguno de los cuentos de este libro, como si esa barrera invisible que llamamos “madurez” fuera mucho más endeble de lo que nos gustaría pensar. Así, parejas que se desmoronan lentamente parece jugar juegos de chicos para no decir la verdad, al mismo tiempo que los niños pueden alcanzar un nivel de sabiduría que asombra, algo que sin duda remite a los clásicos relatos de J.D. Salinger, tal como se menciona en la contratapa de esta edición argentina.

Algo que caracteriza a estos relatos es la precisión con la que Plaza decide contar los hechos, sin caer en descripciones y detalles que no aportan a lo central de la historia, al mismo tiempo que se mantiene un ritmo hipnótico de narración. Un ejemplo: “Preparaba un café, se duchaba, se tomaba el café tibio, conversábamos cinco o diez minutos por mensaje de texto, miraba televisión y se dormía antes de comerciales”; o también: “Según las clases de Ciencias, El Culebrón era un humedal de taguas, chorlos y huaraibos. Para nosotros solo era las canchas”.

Otro acierto de Plaza en estos relatos es el manejo de la oralidad, donde los personajes no caen en conversaciones acartonadas, típicas de telenovelas de la tarde, sino que parecen estar hablando en frente del lector, quien se asoma a esa intimidad que perfuma a todos los relatos. Atentos a cada palabra, los gestos pueden adivinarse, y el momento exacto en el que todo está a punto de cambiar parece estar a punto de ocurrir constantemente.

Hienas, de Eduardo Plaza, muestra a un escritor puntual y lúcido, que no se deja llevar por las historias ingeniosas que presentan sus relatos, eligiendo meticulosamente la moda de contar. Lejos de recursos efectistas, el escritor chileno propone escarbar en la intimidad sin el amarillismo de la tragedia. Después de todo, cada día esconde una pequeña catástrofe y, siguiendo la teoría del “efecto mariposa”, puede derivar en un caos absoluto. Es allí donde Plaza decide poner el foco y estos ocho relatos son el más que satisfactorio resultado.

 

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Hienas - Eduardo Plaza

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La intimidad puesta en escena

Con una gran precisión y eficacia en las palabras, los personajes que desfilan a lo largo de Hienas (Conejos, 2016), de Eduardo Plaza, muestran una profundidad que nace de su propia intimidad. Con un manejo acertado de los climas y los diálogos, el autor chileno compone ocho relatos tan intimistas como desconcertantes, donde un aire a zozobra amenaza con dejar todo patas para arriba.

La infancia y la madurez, en esa misma dirección, aparecen entremezcladas en alguno de los cuentos de este libro, como si esa barrera invisible que llamamos “madurez” fuera mucho más endeble de lo que nos gustaría pensar. Así, parejas que se desmoronan lentamente parece jugar juegos de chicos para no decir la verdad, al mismo tiempo que los niños pueden alcanzar un nivel de sabiduría que asombra, algo que sin duda remite a los clásicos relatos de J.D. Salinger, tal como se menciona en la contratapa de esta edición argentina.

Algo que caracteriza a estos relatos es la precisión con la que Plaza decide contar los hechos, sin caer en descripciones y detalles que no aportan a lo central de la historia, al mismo tiempo que se mantiene un ritmo hipnótico de narración. Un ejemplo: “Preparaba un café, se duchaba, se tomaba el café tibio, conversábamos cinco o diez minutos por mensaje de texto, miraba televisión y se dormía antes de comerciales”; o también: “Según las clases de Ciencias, El Culebrón era un humedal de taguas, chorlos y huaraibos. Para nosotros solo era las canchas”.

Otro acierto de Plaza en estos relatos es el manejo de la oralidad, donde los personajes no caen en conversaciones acartonadas, típicas de telenovelas de la tarde, sino que parecen estar hablando en frente del lector, quien se asoma a esa intimidad que perfuma a todos los relatos. Atentos a cada palabra, los gestos pueden adivinarse, y el momento exacto en el que todo está a punto de cambiar parece estar a punto de ocurrir constantemente.

Hienas, de Eduardo Plaza, muestra a un escritor puntual y lúcido, que no se deja llevar por las historias ingeniosas que presentan sus relatos, eligiendo meticulosamente la moda de contar. Lejos de recursos efectistas, el escritor chileno propone escarbar en la intimidad sin el amarillismo de la tragedia. Después de todo, cada día esconde una pequeña catástrofe y, siguiendo la teoría del “efecto mariposa”, puede derivar en un caos absoluto. Es allí donde Plaza decide poner el foco y estos ocho relatos son el más que satisfactorio resultado.

 

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