Consumada la invasión de Anáhuac, El destino de la palabra -la expresada por los forjadores de cantos, los sabios, escribanos y pintores de códices- fue objeto de la preocupación de muchos. Unos, por considerarla inspirada por el Demonio, quisieron erradicarla, silenciar los cantares y reducir a cenizas los viejos libros de pinturas y caracteres. Otros, de estirpe indígena, persuadidos de que la antigua palabra era la luz que alumbraba sus vidas, ocultaron sus libros y siguieron entonando sus cantos a escondidas o intercalando en ellos invocaciones cristianas.
Ambivalente fue la actitud de algunos frailes. Así, al franciscano Andrés de Olmos se le ordenó en 1533 que recogiese, las tradiciones de los indios, considerando que «lo malo y fuera de tino se podría así mejor refutar, y si algo bueno se hallase, se pudiera notar como se notan y tienen en memoria las cosas de otros gentiles».
Analizar y valorar el largo proceso que a la postre marcó el destino de la palabra indígena es el propósito de este libro. Atendiendo a los testimonios de la oralidad que se trasvasaron en lengua indígena a escritura alfabética, se plantea con sentido crítico hasta qué grado se produjo un rescate o hubo tergiversaciones y otras formas de manipulación de la antigua palabra.
Concentrándose en esos testimonios, León-Portilla toma como base los hallazgos de la arqueología, algunos con inscrip-ciones y pinturas, y asimismo el contenido de los libros o códices indígenas, sobre todo los prehispánicos y en menor grado los que luego se siguieron elaborando. Razón central de este libro es buscar respuesta a una pregunta que concierne a nuestra herencia de cultura: ¿perdurar, al menos en parte, recopilada y trasvasada a escritura alfabética, fue el destino de la palabra que resonó en Mesoamérica y se evocó siguiendo el contenido de los libros de caracteres y pinturas?

El destino de la palabra - Miguel León-Portilla

$15.500
El destino de la palabra - Miguel León-Portilla $15.500

Consumada la invasión de Anáhuac, El destino de la palabra -la expresada por los forjadores de cantos, los sabios, escribanos y pintores de códices- fue objeto de la preocupación de muchos. Unos, por considerarla inspirada por el Demonio, quisieron erradicarla, silenciar los cantares y reducir a cenizas los viejos libros de pinturas y caracteres. Otros, de estirpe indígena, persuadidos de que la antigua palabra era la luz que alumbraba sus vidas, ocultaron sus libros y siguieron entonando sus cantos a escondidas o intercalando en ellos invocaciones cristianas.
Ambivalente fue la actitud de algunos frailes. Así, al franciscano Andrés de Olmos se le ordenó en 1533 que recogiese, las tradiciones de los indios, considerando que «lo malo y fuera de tino se podría así mejor refutar, y si algo bueno se hallase, se pudiera notar como se notan y tienen en memoria las cosas de otros gentiles».
Analizar y valorar el largo proceso que a la postre marcó el destino de la palabra indígena es el propósito de este libro. Atendiendo a los testimonios de la oralidad que se trasvasaron en lengua indígena a escritura alfabética, se plantea con sentido crítico hasta qué grado se produjo un rescate o hubo tergiversaciones y otras formas de manipulación de la antigua palabra.
Concentrándose en esos testimonios, León-Portilla toma como base los hallazgos de la arqueología, algunos con inscrip-ciones y pinturas, y asimismo el contenido de los libros o códices indígenas, sobre todo los prehispánicos y en menor grado los que luego se siguieron elaborando. Razón central de este libro es buscar respuesta a una pregunta que concierne a nuestra herencia de cultura: ¿perdurar, al menos en parte, recopilada y trasvasada a escritura alfabética, fue el destino de la palabra que resonó en Mesoamérica y se evocó siguiendo el contenido de los libros de caracteres y pinturas?